Ya hemos atravesado por la etapa infato-juvenil, por lo que ya hemos construido nuestra base que nos sostiene, sin embargo, durante esta fase solemos tomar decisiones muy importantes, conscientes o no, que irán determinando cómo iré encaminando mi vida.
En la era que estamos viviendo no podemos pasar por alto, la cantidad de estrés a la que estamos sometidos por la infinidad de estímulos que nos rodean, por lo que, sentirnos agobiados, estresados y cansados es la tónica habitual.
Mediante la entrevista clínica, y la aplicación de las diferentes pruebas psicométricas buscamos determinar cuál es el problema del individuo, los síntomas y su origen.
Es lo que se conoce como terapia psicológica, es la parte del proceso más duradera, no pudiendo determinar qué tiempo requiere cada persona, pues es un proceso personal e individual. El objetivo es que sea un abordaje eficaz que consiga disminuir o desaparecer la sintomatología del paciente.
La terapia psicológica está destinada a que el adulto tome consciencia de sí mismo y de su entorno, para que, de este modo, sea capaz de auto-gestionarse de una manera saludable y equilibrada, utilizando sus propios recursos y herramientas para lograr este fin.
Para conseguirlo, es necesario, el esfuerzo y compromiso, tanto de la persona que solicita la ayuda, como, por supuesto, del psicólogo. Además, es necesario que exista una alianza terapéutica. Ésta es el punto de encuentro entre el paciente y el psicólogo. Es un vínculo necesario y único que se establece durante las sesiones de terapia, y que está basado en la confianza y la comprensión.
Es un trabajo en equipo, donde el paciente deposita su historia de vida, sus problemas, y sus pensamientos y sentimientos más internos, así como el psicólogo ofrece su conocimiento teórico, su capacidad de comprender y empatizar con él. El punto en común es la mejoría y crecimiento de la persona.
“Ir a terapia no te cambia, ni te destruye. Simplemente te transformas, creces, fluyes…”